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viernes, 9 de octubre de 2009

Los opíparos y los mendrugos

“Porque el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino JUSTICIA, paz y gozo en el Espíritu Santo”
(Romanos 14 : 17)

Amada Iglesia:
Había cuatro largas filas de hermanos, dos de mujeres y dos de varones, que surcaban el templo y terminaban cada una ante cuatro sillas donde se sentaban los pastores y sus esposas. Cada hermano cuando llegaba delante del correspondiente pastor, si era varón, o de una esposa de pastor, si era mujer, le confesaba a ese ministro todos los pecados cometidos en el año y sobretodo los problemas no resueltos en ese momento, para poder participar de la Cena del Señor o Santa Cena, que en esa iglesia celebran solo una vez al año, coincidiendo con el día de Navidad.

Yo estaba altamente sorprendido con ese ritual porque me pareció propio de la religión católica, de la cual me sacó el Señor Jesucristo cuando me convertí al Evangelio. Oré y participé de la Cena, sin hacer la fila ni confesarme delante de uno de esos pastores. Pero, gracias a Dios, en las siguientes Cenas anuales no continuaron celebrando la confesión masiva ante los pastores, solo hacen una exhaustiva y escrupulosa oración de arrepentimiento colectivo previa a la Cena, para no condenarse o enfermarse al tomarla.

Sentí la necesidad de escribir estas notas en este momento, debido a la reciente santa Cena que tomaron la mayoría de iglesias cristianas evangélicas este anterior domingo, para aclarar lo que debemos revisar antes de tomar esa Cena que el Señor instituyó como memorial, la cual acostumbraban tomar semanalmente y no solo en el templo sino también reunidos en las casas, en la Iglesia naciente o primitiva del primer siglo, tal como quedó escrito en el libro de Hechos de los Apóstoles.
“Y perseverando unánimes cada día en el templo, y PARTIENDO EL PAN EN LAS CASAS, comían juntos con alegría y sencillez de corazón”
(Hechos 2 : 46)

“EL PRIMER DÍA DE LA SEMANA, REUNIDOS LOS DISCÍPULOS PARA PARTIR EL PAN, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente; y alargó el discurso hasta la medianoche”
(Hechos 20 : 7)

Sin entrar en consideraciones sobre si el arrepentimiento es solo o sobretodo en el momento previo a la santa Cena, o si debemos tenerlo siempre que pequemos, en cualquier tiempo, con la misma exhaustiva intensidad; como también, si debemos confesar nuestros pecados e intimidades ante un pastor o solo confesarnos unos a otros nuestras ofensas a quienes hayamos ofendido, y no solo antes de una santa cena.

Pero, justo antes de tomar esa Cena, es cuando se pretende examinar que no estemos en pecado, como si el resto del tiempo pudiéramos darnos licencia y solo lavarnos al momento antes de tomar el pan y el vino.

Hay dos extremos en la concepción y práctica de la Cena del Señor o Santa Cena que tomamos los cristianos evangélicos, desde los que la toman fugaz y alegremente (y aún la brindan a los inconversos y no bautizados), como un rito inocuo e innecesario y sin darle la importancia debida, hasta los que la toman tan pavorosa y escrupulosamente, casi creyendo en la “transubstaciación” del catolicismo, tanto que solo les falta que alguien pase una patena debajo de las bocas al momento de tomar el pan, casi no se atreven a morder el pedazo de pan como si fuera realmente un pedazo del cuerpo de Jesús.

LO QUE DEBEMOS DISCERNIR ANTES DE TOMAR LA SANTA CENA

El Cuerpo lo somos todos como Iglesia, no el pedazo de pan. Al comerlo, en esa santa ceremonia o memorial, participamos en la pertenencia al Cuerpo y somos confirmados, como miembros cada uno. Y esto, precisamente, es lo que debemos discernir al tomar esta Cena.

La Palabra de Dios dice:

“Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados.
Cuando, pues, os reunís vosotros, ESTO NO ES COMER LA CENA DEL SEÑOR.
Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga.
Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O menospreciáis la iglesia de Dios, y avergonzáis a los que no tienen nada? ¿Qué os diré? ¿Os alabaré? En esto no os alabo”
(1 Corintios 11 : 19) (RVR60)

En la versión “Biblia de las Américas” (LBLA) traduce el versículo 19, así:

“Porque es necesario que entre vosotros haya BANDOS, a fin de que se manifiesten entre vosotros los que son aprobados”
La palabra “Disensión” la traduce el diccionario de español como: “Discrepar, no estar de acuerdo, llegando hasta el extremo de la contienda, la riña o la disputa”
La palabra “Bando”, que acertadamente traduce (LBLA), la traduce el diccionario como: “Facción, parcialidad o grupo de gente que sigue una idea, un partido o a una persona”.

Pues bien, examinamos minuciosa y escrupulosamente nuestra condición interna por si tenemos pecado, examen que no está de más y también es necesario, pero la sagrada Escritura nos manda examinarnos concretamente sobre un pecado en particular que es pecar contra el Cuerpo del Señor: La Parcialidad, la Discriminación, el Egoísmo, el adelantarnos egoístamente, el acaparamiento y la marginación a otros, al tomar el pan santo……y ese pan no solo es el pan físico de harina que tomamos en ese momento, que es solo un símbolo de una realidad comunitaria, el pan representa todo alimento y actividad espiritual en la Iglesia.

Algunos acaparan todo el alimento y todo el quehacer de las iglesias y dejan las sobras o mendrugos a los marginados, las enseñanzas, los dones, las señales, los ministerios, los cargos, las consolaciones, las visitas, las honras, etc. Todo o casi todo se lo dispensan entre sí unos pocos y los demás deben contentarse con las migajas que caen de la mesa, son los desconocidos, ignorados y menospreciados.

“PORQUE AL COMER, CADA UNO SE ADELANTA A TOMAR SU PROPIA CENA; Y UNO TIENE HAMBRE, Y OTRO SE EMBRIAGA.

Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis? ¿O MENOSPRECIÁIS la Iglesia de Dios, Y AVERGONZÁIS a los que no tienen nada?”
(1 Corintios 11 : 21)

Esa palabra ”PORQUE”, nos da la verdadera causa de la exhortación del Señor y el verdadero o el más importante motivo por el cual debemos examinarnos.
Hacen énfasis en toda clase de pecados y dejan por fuera el pecado de ACEPCIÓN DE PERSONAS o DISCRIMINACIÓN, a que se refiere la exhortación a examinarnos.
Como conclusión de ese pasaje sobre la Santa Cena, la Palabra de Dios nos da como remedio lo que demanda nuestro Señor para tomarla dignamente, además de la obviedad de no estar en cualquier otra clase de pecados:

“POR TANTO, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.
Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí.
Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.
Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados; más siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.
ASÍ QUE, HERMANOS MÍOS, CUANDO OS REUNÍS A COMER, ESPERAOS UNOS A OTROS”
(1 Corintios 11 : 29-33)
No está mal que haya relaciones sociales y de fraternidad en las iglesias, pero cuando todas las actividades, ceremoniales, de oración o meramente sociales, se convierten en una reciprocidad repetitiva de “los mismos con las mismas”, se puede afirmar que hay “bandos” (“roscas” o “grupos”) parcializados en algunas iglesias, las cuales llegan hasta idolatrar a quienes continuamente exaltan como ejemplos (aún como si les debiéramos la vida eterna a ellos) en las predicaciones y dejan pasando hambre, por soledad, ociosidad y marginación a los muchos o a unos cuantos.
“Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?
¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor.
Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.
Así que NI EL QUE PLANTA ES ALGO, NI EL QUE RIEGA, SINO DIOS, que da el crecimiento”
(1 Corintios 3 : 4)

Sobre este mismo tema de hoy, escribimos hace casi dos años, en Diciembre 27 del 2007, un mensaje a estas listas de correo, titulado “La Santa Cena”, donde entre otras cosas decíamos:

<< ESPERAOS, acordaos, llamaos, abrazaos, hablaos, preguntaos, brindaos, amaos.
Todos los verbos son el mismo verbo de amor, el Verbo de Dios que debe vivir en nosotros >> (Podríamos añadir: compartíos, visitaos, enviaos y usaos)

“Por tanto, así les dice Jehová el Señor: He aquí YO, yo juzgaré entre la oveja engordada y la oveja flaca, por cuanto empujasteis con el costado y con el hombro, y acorneasteis con vuestros cuernos a todas las débiles, HASTA QUE LAS ECHASTEIS Y LAS DISPERSASTEIS”
(Ezequiel 34 : 20)

Un ejemplo de lo anterior lo ilustra perfectamente el caso contado por el mismo pastor de una iglesia, quien por la calle se encontró con un hermano que lo saludó efusivamente de nombre, demostrando conocerle bastante, pero el pastor no recordaba su cara y le preguntó dónde se habían conocido, a lo que el hermano le contestó que él había sido una ovejita de su iglesia, que no soportó el maltrato y tuvo que irse a otra iglesia. El pastor avergonzado ante semejante respuesta, no sabía dónde esconder su rostro.

Ese mismo pastor contó esa anécdota, para justificar que en realidad él solo era pastor de un grupo de doce, a quienes a su vez había nombrado como pastores de otros doce y a éstos a sus respectivos otros doce, y así sucesivamente (como si en la Iglesia todos sin excepción tuvieran el ministerio de pastor. Es el nefasto sistema o secta piramidal G-12), pudiendo así ser llamado realmente “pastor” aunque no conozca personalmente a la mayoría de sus ovejas y no se interese personalmente por cada una de ellas.
Pero la Palabra dice que:
“Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen”
(Juan 10 : 14)

Esta es la característica del buen pastor, no solo de Jesucristo, sino de todo verdadero pastor: CONOCER A SUS OVEJAS Y SER CONOCIDO DE ELLAS. Es decir, debe haber una verdadera relación personal entre oveja y pastor.

El número de miembros de una congregación o Iglesia, debería estar limitado por la capacidad de conocimiento personal del pastor a cada uno de los miembros.

Ese número puede variar, pero difícilmente puede sobrepasar los mil o dos mil miembros, lo ideal sería un máximo de quinientos miembros, y al sobrepasar ese número, la iglesia debería engendrar otra iglesia con otro pastor.

Pero, muchos pastores ambicionan (¿o codician?) pastorear mega-iglesias de miles de miembros y construir estadios para poderlos reunir.

Hasta aquí por hoy, con sincero afecto fraternal en Cristo por ustedes amados hermanos, deseo que Dios les bendiga o les aumente la bendición.

Vicente Mercado Santamaría.
Cristianos en Acción
Contendiendo ardientemente por la fe (Judas 3)
cristianos.en.accion.hoy@hotmail.com,
viramers@hotmail.com
Barranquilla, Colombia

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