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sábado, 3 de enero de 2009

Desnudez sorpresiva

“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos”

(Génesis 3 : 7)

Amada Iglesia:

Estaba sentado en el pupitre del salón de clases y de repente descubrí que estaba desnudo y mi cuerpo se volvió tan pesado que me pegaba a la banca y no podía moverme, pues me asaltó el pánico al pensar en la vergüenza que pasaría al levantarme, si me llamaba el profesor o cuando sonara la campana anunciando la salida de la clase.

Pero, aliviado no llegaba a levantarme del pupitre, pues me despertaba jadeante de esa pesadilla que tuve repetidamente en varias ocasiones.

Tal vez evocaba el caso real que tuve a los cinco o seis años, cuando en casa de mis abuelos todos mis primos estábamos en la sala del segundo piso, dejándonos secar de nuestras tías, después de bañarnos y jugar todos juntos y desnudos, pero en ese momento fue invadida la sala por la visita de unos adultos desconocidos que tranquilamente se sentaron alrededor de la sala, mientras yo estaba sentado en el piso con una toalla encima y miraba aterrado como esos extraños visitantes se quedaban conversando, mientras los demás niños se iban dejando vestir sin preocupación ni vergüenza delante de ellos. De repente me había dado cuenta que estaba desnudo y quedé petrificado de vergüenza debajo de la toalla en unos minutos que me parecieron horas y no recuerdo como salí de esa situación angustiosa de verme obligado a dejarme ver tal como era delante de extraños. Me sorprendió por primera vez la vergüenza de mi desnudez, de la cual no me había dado cuenta hasta ese momento.

“Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?

Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”

(Génesis 3 : 9)

Muchos años más tarde, una noche, me volvía a sentir desnudo, avergonzado y arrepentido, pero era una desnudez peor, la del alma y me daba cuenta que estaba desnudo delante de Dios, pues su Palabra predicada me había penetrado y rasgado dolorosamente hasta hacerme llorar como un niño. Ese día, desnudo y desarmado, nací de nuevo, pues recibí a Jesucristo como mi salvador y Señor.

Lo curioso es que esa sensación de desnudez me acompañó por uno o dos días, pues al llegar a mi casa, mis padres y hermanos contemplaban aterrados mi nueva demencia, la cual me hacía pedirles perdón por toda mi vida hasta ese momento y hasta dormí en las frías baldosas del piso, por sentirme desnudo, avergonzado e indigno de dormir en una cama acolchonada.

Pero, por muchos años de vida en el Evangelio y por mucho que Dios nos haya usado, hay momentos que volvemos a sentirnos desnudos, al darnos cuenta de algún tremendo error o pecado que consciente o inconscientemente nos negáramos a reconocer. En otra ocasión, más que desnudez, sentí como si me quitaran el piso donde me apoyaba, cuando descubrí que defendía y me aferraba a una doctrina de error, la cual consideraba cristiana. Leyendo la Palabra, sentí como si se encendiera una fuerte luz y quedara al descubierto mi desnudez y mi error. En esos momentos solo queda pedirle perdón avergonzados y arrepentidos al Señor, preguntándole: “¿Y ahora qué debo hacer?”

“Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y DESNUDO.

Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y QUE NO SE DESCUBRA LA VERGÜENZA DE TU DESNUDEZ; y unge tus ojos con colirio, PARA QUE VEAS”

(Apocalipsis 3 : 17)

A muchos les puede pasar, en su ceguera o inconsciencia, como al emperador del conocido cuento de Hans Cristian Andersen:

<< ¡ Qué preciosos son los vestidos nuevos del Emperador ! ¡ Qué magnífica cola ! ¡ Qué hermoso es todo !-. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como aquél.

¡ Pero si no lleva nada ! -exclamó de pronto un niño. - ¡ Dios bendito, escuchad la voz de la inocencia ! - dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.

- ¡ No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada !

- ¡ Pero si no lleva nada ! -gritó, al fin, el pueblo entero >>

Muchas falsas doctrinas son repetidas por haber sido escuchadas a famosos e importantes predicadores, y aunque la mayoría no las encuentre coherentes con la Palabra de Dios escrita, no se atreven a levantar la voz de crítica o denuncia, para no desentonar con el coro de repetidores y aduladores.

Pero, es nuestro deber cristiano cubrir la desnudez ajena, no ignorarla o negarla. La desnudez, como hemos visto, no solo es física, sino también la carencia de un cubrimiento para nuestra vergüenza o humillación. Debemos rodear, cubrir y ayudar a salir de su desnudez a quien ha caído en situación vergonzosa y humillante, no dejarlo expuesto en aislamiento y exhibición.

“Y Cam, padre de Canaán, VIO LA DESNUDEZ de su padre, Y LO DIJO a sus dos hermanos que estaban afuera”

(Génesis 9 : 22)

El pecado de Cam no fue haber visto la desnudez, sino haberla divulgado. Por supuesto que eso se aplica hoy a quienes conocemos la vergüenza oculta de un hermano y la divulgamos, exponiendo su desnudez al público.

Eso no significa que debamos ocultar o alcahuetear los pecados ocultos, sino que primero se debe hacer ver al desnudo su desnudez y luego cubrirlo, cuando se arrepienta. No es el caso de la desnudez de quien pretende seguir desnudo o mal vestido, obstinadamente, dentro del Reino o la Iglesia. Pues así le dirá Dios:

“Y entró el Rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda.

Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más él enmudeció.

Entonces el Rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”

(Mateo 22 : 11)

La mayoría de las veces el desnudo, como en el caso del emperador del cuento, no se da cuenta de su desnudez. Nuestra ayuda comienza con hacerle caer en cuenta de su error o pecado y después extenderle una cubierta con la verdad, el perdón y el amor.

“Sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y CUBRIRÁ MULTITUD DE PECADOS”

(Santiago 5 : 20)

Una forma común de desnudez entre el pueblo de Dios, es cuando un hermano o ministro, tiene un falso concepto de sí mismo, lo cual lo afianza en su falsa enseñanza. Hermanos que se creen el vicario de Cristo en la Tierra, imitando al Papa católico en sus congregaciones o en los medios de comunicación. Por eso dice la Palabra de Dios, por boca del apóstol Pablo:

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, QUE NO TENGA MÁS ALTO CONCEPTO DE SÍ QUE EL QUE DEBE TENER, SINO QUE PIENSE DE SÍ CON CORDURA, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”

(Romanos 12 : 3)

Por otro lado, en el extremo opuesto, hablando de vestidos, algunos pretenden sustentar su autoridad con un vestido.

Los sacerdotes y monjes del catolicismo se cubren de sotana y cuello cerrado clerical.

A los judíos, los musulmanes, los hindúes, etc., podemos identificarles sus clérigos por sus atuendos.

Solamente el verdadero cristianismo no ha recurrido, ni necesitado un atuendo o uniforme religioso para sustentar su autoridad o autenticidad.

Sin embargo, últimamente vemos con tristeza como algunos famosos predicadores, otrora reconocidos solo por el poder de la Palabra predicada, han caído en el uso o imitación de uniformes religiosos extravagantes, semi-católicos o semi-hindúes, con el uso de cuellos cerrados y duros o clericales (clergymans), como también la supersticiosa vestimenta con uniforme todo de blanco o con unas batas parecidas a las sotanas católicas o al vestido de los gurús hindúes. Piensan que con esas extravagantes vestimentas van a conseguir la autoridad espiritual que no tienen y que solo da el Espíritu Santo.

Pero, no se crea que solo son los uniformes y los vestidos extravagantes, pues también están los que se apoyan en un costoso vestido a la moda y una apariencia de modelo televisivo, hasta con tintes y cirugías plásticas, para alcanzar incoherentemente una aceptación y una autoridad espiritual.

“Porque asimismo los que estamos en este tabernáculo gemimos con angustia; porque NO QUISIÉRAMOS SER DESNUDADOS, SINO REVESTIDOS, para que lo mortal sea absorbido por la vida”

(2 Corintios 5 : 4)

Hasta aquí esta meditación de hoy, amados hermanos. Esperando no apartarme de la cobertura del Espíritu Santo y caer en la vergüenza de la desnudez inconsciente o locura, de la cual se dan cuenta los demás y no el afectado.

Como esta palabra es de doble filo y también me cuestiona, les pido cubridme con vuestro amor, como yo les estoy extendiendo estas notas con sincero amor en Cristo.

Dios les prolongue su bendición. Vicente Mercado Santamaría.

Cristianos en Acción

Contendiendo ardientemente por la fe (Judas 3)

Barranquilla, Colombia 

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Escrito por Vicente Mercado Santamaría.

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